Ya es un fijo en Europa y debe crecer

La mejor noticia para el Athletic es que no hay noticia. Ni Valverde (a quien todos quisieran ahora como seleccionador) ni Laporte se han mudado de un proyecto engrasado, que funciona. Son ya tres clasificaciones seguidas para Europa con Txingurri (una de ellas de Champions) y un título, la Supercopa, 31 años después. Las arcas están llenas y la pena del aficionado es que no hay dónde gastar. Yo apostaría por pagar la cláusula del realista Oyarzabal, aunque se antoje exagerado abonar 40 millones por un chico que apunta maneras. También lo parecía cuando Bielsa pidió a Urrutia que le fichase a Griezmann (valía 30). Y ahí le tienen. El club está obligado a tomar estos riesgos. Y más cuando en su ámbito filosófico ya hay cuatro equipos en Primera, que harán más difícil a Lezama captar joyas de sus canteras. Mikel Merino no debió emigrar a Dortmund.

El actual proyecto se sujeta ofensivamente en Aduriz, quien con 35 años ha sido mejor que nunca. Por si le sobreviene la decadencia de golpe, que no lo parece, habrá que ir forjando al ariete futuro. Sabin Merino se antoja un nueve más clásico que Williams. Abajo, hay una esperanza llamada Villalibre, una especie de Vieri que aún está en rodaje. Como Laporte ha firmado un pacto de sangre rojiblanca, aunque lo lógico es que algún día tome el tren de un grande continental, el técnico va a medir a los centrales del filial. Gil es talento con balón y parco en agresividad. Yeray, al revés. Más atrás, llega Kepa Arrizabalaga aporreando la puerta. Iraizoz no se la quiere abrir. Reactivar a Iturraspe y Muniain es obligado para dar un pasito ante los de arriba. Eso si quiere seguir no de muy lejos la estela del Atlético y convertirse en clara alternativa al cuarto.