Renato, un tornado con rastas sobre la hierba
A los 9 años, el Águilas de Musgueira lo vendió al Benfica por 750 euros y unas camisetas. Renato Sanches, criado futbolísticamente en las calles del humilde barrio lisboeta de Musgueira, hacía ruido desde pequeño, pero nunca se pensó que ese retaco irreverente y osado pudiera llegar tan lejos, que pudiera llegar a los 18 años al Benfica, a la selección, a ser la sensación de la Eurocopa y a ser fichado por el Bayern Múnich por una cifra que puede llegar, entre títulos y premios, a los 80 millones de euros.
A falta de que la ex ministra francesa Roselyne Bachelot le acuse de doparse (de momento ya se ha publicado en Francia que tiene 24 años, como si el registro civil portugués fuera del tercer mundo), Renato es un torbellino capaz de llevarse por delante a los 11 contrarios y a los 10 suyos, si no hay órdenes en contra.
Nació en Lisboa y en el Benfica ha sido internacional en todas las categorías inferiores, por lo que la sorpresa de su talento es relativa. Lo que sí impresiona es su rápido aprendizaje. En octubre saltó al primer equipo del Benfica, que no acababa de funcionar. El entrenador echó mano de Renato y se acabaron sus problemas.
Renato es un futbolista coriáceo, intenso, a veces atolondrado con tanta fuerza que lleva dentro; un gran recuperador de balones, a veces de sus mismos balones perdidos. Le queda por delante administrar sus esfuerzos, mejorar la colocación y la visión del juego, problemas que, como el acné, se arreglan con la edad.
En la selección, Fernando Santos repitió la experiencia del club: comenzó administrando con cuentagotas sus salidas al campo, pero al final se ha rendido a la evidencia: Renato suma mucho más que resta y es un fijo de los 90 o los 120 minutos, lo que haga falta. Santos reconoció después de jugar contra Croacia que aún no se atrevía a colocarlo en las alas, pero después, contra Polonia, fue de derecha a izquierda derribando bolos. Con sus rastas al viento (el único capricho que se le conoce) es un tornado sobre la hierba: rompe al contrario, agita el partido y anima a su equipo. Renato actúa como un antidepresivo con los suyos y como una tanqueta volante con el enemigo, porque, créanlo, los que están enfrente de Renato son el enemigo.