Messi se fuga de las críticas y sus verdugos, de la gente
Chile. Seis futbolistas solamente, ni uno más. Seis de los 23 campeones de América acudieron el pasado domingo a su propia convocatoria para celebrar el título con la gente chilena, que sí asistió en masa al reclamo. Bravo, Jara, Roco, Fuenzalida, Vargas y Nicolás Castillo, nadie más. Los 17 restantes encontraron mejores cosas que hacer y dejaron plantados a los aficionados en nombre de los que decían haber jugado y ganado. Un autobús lleno de funcionarios y vacío de campeones se paseó por Santiago con la Copa. No se incorporó ningún jugador más a la ceremonia oficial en un Nacional abarrotado de niños e ilusión. Una celebración grotesca, surrealista; un desaire monumental. La triste exhibición de una federación manchada de debilidad y un plantel hinchado de suficiencia.
Copa Libertadores. 43 días después y ya en otra temporada para la mayoría de sus países, con fichajes y ventas que han alterado la composición de los contendientes, incluso con un reglamento modificado, reapareció la competición del calendario surrealista. La más importante a nivel de clubes para el fútbol americano, y posiblemente también la que menos se respeta a sí misma. Volvió donde lo había dejado el semestre pasado, en semifinales. Y con sorpresa: Atlético Nacional de Medellín ganó al Sao Paulo por 0-2. Tiene un pie en la final, ante Boca o la revelación, Independiente del Valle, que jugaron anoche.
Paredes. De ropa es también el nuevo lío en el que anda enfrascado el fútbol chileno a una semana de iniciarse el Apertura 2016. Under Armour, fiel a los de su especie, ha diseñado una nueva equipación de Colo Colo sacrílega con la tradición y la historia. De color rojo raro en vez de blanco y, sobre todo, que se lleva por delante el escudo, vaciándolo igualmente de sus colores originales. Algo similar a lo que, según se ha filtrado por redes sociales, amenaza hacer Nike con el Atlético en unas semanas. La diferencia es que en el club más laureado de Chile no sólo protestan los hinchas. Los futbolistas emblemas tampoco se callan. “Por favor cambiemos y respetemos los colores de mi amado Colo Colo”, escribió el veterano goleador Paredes en twitter nada más ver el estreno de la nueva camiseta. Y ahora, al calor del incendio desatado pero con la colección ya producida, la firma y la dirigencia del club, los iluminados de la modernidad, están viendo cómo demonios dar marcha atrás. Algo parecido le ocurrió a la UC, que siguiendo también el modelo atlético, trató de animar a hacerse socios a sus aficionados con un vídeo metafórico de su condición de sufridores. No le funcionó: la afición se sintió agredida y el club retiró el spot al segundo día.
Messi. De forma intencionada o no, lo logró. La fuga de Messi eclipsó el debate alrededor de la enésima derrota de la selección argentina en una final, del nuevo torneo que se escapa sin corona en la era del mejor futbolista de la tierra. El Tata Martino se llevó una pequeña ración de palos (su dimisión tuvo que ver más con los Juegos que con su fracaso) e Higuaín de burlas, pero sin demasiado peso. Todo quedó escondido bajo la alfombra de la rabieta de todos los tiempos. Salieron mensajes de ánimo y de apoyo para persuadir a Messi por tierra, mar y aire de todas las voces. Ni un gramo de análisis o discusión sobre el rendimiento de la estrella. La pataleta impropia terminó en asunto de Estado. Y como el jugador prolonga el suspense con su silencio, el clamor sigue. Su huida de la selección, sí fue finalmente una segura escapatoria de los reproches.