El dopaje no sólo era Armstrong

El martes cerré mis vacaciones preTour en el cine. Ya me habían hablado de la película The Program, pero todavía no había tenido la oportunidad. En mi interior también estaba un poco esquivo, porque todo lo relacionado con Lance Armstrong me resulta bastante cargante. Su estreno en las salas españolas, el 22 de junio, al fin me animó a verla. Con palomitas incluidas. La cinta no me pareció buena, a pesar de la dirección de Stephen Frears. Y dudo mucho de que tenga calado entre aquellos espectadores ajenos al deporte. Que sólo estuviéramos ocho personas en la sesión es buena prueba de ello. Aun así, la aconsejo. Si eres un seguidor del ciclismo, esto es historia del ciclismo.

Salí del cine con una extraña sensación. Por la pantalla había pasado una parte de mi vida: siete años de Tour, personajes que traté, hechos que conocía y conté... No voy a hacer una crítica de cine. Mi visión es otra. La visión de alguien que vivió la era Armstrong como periodista. Vetado por Johan Bruyneel, que en un determinado momento prohibió a sus ciclistas hablar con AS. Por hacernos eco de todo aquello en lo que hurgaba David Walsh. Y por otras publicaciones. Todavía recuerdo al técnico belga cruzando su coche por delante del mío en un aparcamiento para recriminarme algo que había salido en el periódico. Era ese mismo Bruyneel que en The Program pregunta intimidante en la sala de prensa por Walsh. Varios compañeros hacen el vacío a Walsh. A mí, varios periodistas me retiraron la palabra tras publicar el caso Manzano en 2004. Paralelismos. Eran tiempos en los que Armstrong definía a AS como "un tabloide" por contar eso mismo que ahora se proyecta en una gran pantalla.

The Program narra una historia real, pero incompleta. Cuando Armstrong se inyecta suero a toda velocidad para rebajar el hematocrito, estamos presenciando una triquiñuela que ya narró Jesús Manzano en AS. Como narró también las transfusiones de sangre con las bolsas colgadas en las alcayatas de los cuadros de los hoteles. No era una práctica exclusiva de Armstrong, de su colega Floyd Landis y de otros compañeros del US Postal, como puede deducirse del largometraje. Y cuando vemos a Lance en el podio de su séptimo Tour, le vemos junto a Jan Ullrich e Ivan Basso, dos clientes probados de Eufemiano Fuentes. No solo Armstrong se dopaba. No solo Michele Ferrari dopaba.

Cuando Armstrong intimida y humilla a Filippo Simeoni en plena etapa, no se nos ofrece lo que sucedió después. Al día siguiente, yo entrevisté a Simeoni a la salida de su hotel. No había más periodistas allí, por cierto. La fuerza de Lance. Y Simeoni me contó que otros muchos corredores le abuchearon y le insultaron cuando regresó al pelotón, después de tener que renunciar a su escapada por el marcaje mafioso de Armstrong. En la película se habla de omertá, pero no se deja claro que el dopaje iba más allá del texano. Muchos no sólo callaban, sino que le aplaudían. El programa de Lance no era "el más sofisticado" de la historia, como sostuvo la USADA. Era un programa más en una época muy oscura. Tras el caso Festina, Lance pudo liderar un nuevo ciclismo, pero prefirió vivir una mentira. Igual que muchos cómplices, muchos imitadores y muchos competidores que seguían su estela, pero no salen en la película.

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