Inteligencia, juego y genio
España mostró desde el primer minuto más complejos que nunca. A pesar de que existían sospechas de que podría ocurrir, la evidencia fue amarga: la BBC defensiva italiana limpió del campo a Morata y ninguneó a Nolito; en la medular, De Rossi fue una especie de emperador apoyado en Parolo, lo suficiente para borrar del mapa a Cesc y poner en aprietos la estabilidad de Busquets. Tanto que Italia pegó el primer zarpazo en remate de Pellè que sacó abajo De Gea. Fue el preludio de un dominio territorial azzurro absoluto, con La Roja sin luces, sin alegría, sin orden.
Italia mostró un fútbol inteligente, en un despliegue posicional excelente que volvió locos en última instancia a Ramos y Piqué, achicando agua como podían en presencia de un De Gea que fue milagroso hasta donde pudo (9 remates de Italia y ¡¡2 de España!! hasta el descanso). En una falta directa, mientras que Piqué y compañía estaban a lo suyo, Éder disparó y llegó el gol a pesar del esfuerzo de De Gea.
El bajonazo sobrevoló a España con aire mortal (50% de posesión repartida). Del Bosque reaccionó: Aduriz por Nolito, Morata a la banda y Silva con libertad. Unos retoques que dieron otro aire a La Roja. Italia ya no paseaba por la hierba, dejó de ser dueña de todo, ya se vio comprometida con mejor fluidez de España, que llamó a la puerta de Buffon.
Era cuestión de arrojo, más que de toque y para esta fórmula entró Lucas Vázquez al campo. La furia no fue suficiente, incluso con Pedro de ariete de circunstancias. La primera parte pasó factura a España. El segundo gol italiano fue una auténtica desgracia en el último suspiro.