Palabra de héroe
Eran tiempos oscuros y necesitábamos héroes. Entonces la palabra Revolución se conjugaba con E, de esperanza. El mundo había vivido la peor, la más indigesta, de las batallas del siglo XX, en cuya raíz estaban el racismo, la burla de los otros. Era el tiempo de reivindicar el respeto a la diferencia, de luchar contra lo que Hitler había expuesto ante la piel desnuda, hasta entonces confiada, del planeta. Se dibujaron otros héroes en el horizonte, como Martin Luther King y como Muhammad Ali. Aquel Cassius Clay (“un esclavo”, dijo él cuando pasó a llamarse Muhammad Ali) representa, en el mundo del deporte, lo que el jazz en el mundo de las artes, de la música que se enfrentaba a la luz de las catacumbas buscando la luz del día.
Muhammad Ali venía del triunfo de Cassius Clay, Ali era “el hombre libre”. Había derrotado a todos sus oponentes, se abría con él paso, en el boxeo, en el deporte, la inteligencia del ballet como parte de la lucha. Impuso su trono con la parsimonia de un tigre furioso que ya sabe dónde está el punto débil del adversario. Y no fue sólo un púgil, fue una avanzadilla del pensamiento y de la acción contra el racismo, a favor de la igualdad entre los hombres y no sólo con las armas del boxeo. Él le dio la palabra a ese deporte, porque su alma estaba llena de las palabras que le dieron fuerza. Como Luther King y luego como Mandela. Gloria a Ali.