Esta herida que no cierra
Otra vez este corazón que suena a roto en el pecho. Otra vez este dolor de funeral. El fútbol no es un banco que devuelva o pague, era verdad. Pero yo no sé qué le pasa con el Atleti. Qué ocurre. Por qué esto. Todas las heridas en un solo partido. Por qué. Primero el gol de Ramos. Después el travesaño entre tú y tu 1-1. Más tarde la pizca de ilusión para matar cuando más duele. Otra vez en el último minuto. En el último penalti de la tanda. En el cuarto. Ese que es como el minuto 92 o el 119 de un partido.
Y, encima, no hay gran batalla que no se lleve por delante a alguien. Aquí fue a Juanfran, el héroe ante el PSV precisamente por eso, por hacer el decisivo de la tanda. Qué crueldad. Otra vez fue la madera. Qué horrible. Cuánto dolor innecesario en ese silencio rojiblanco que es un fuerte alarido. Que grita. Que muerde. Que mata. “La única cábala que existe es tener once buenos jugadores”, que decía Fontanarrosa. Pero en la final de Milán ni esa le funcionó a Simeone. Volveremos.