La mejor cábala de Simeone

Javier G. Matallanas
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Su primera decisión nada más llegar al Atlético en enero de 2012 fue cambiar las redes de las porterías del Calderón. Las mallas pasaron de ser negras a ser rojiblancas para dar color a los goles colchoneros. Mientras forjaba su estilo y moldeaba su mensaje en la mente y el corazón de sus jugadores, decidió cambiar el hotel de concentración para alojarse en el mismo donde se concentraba cuando ganó el Doblete del 96. Mientras imponía su eslogan “partido a partido”, se vestía con el mismo traje y la misma camisa oscura y, repitiendo indumentaria, empezaba a ganar títulos. Repite equipos y hace los cambios en el mismo orden convencido de que esas cábalas son ganadoras. O saca a un futbolista en una final porque con él ha ganado ya un título en otro equipo. Está pendiente del horóscopo, de lo que dice su signo del zodiaco y hasta de si los que va a fichar son Sagitario o sus rivales son Aries. Estas y muchas más que no se conocen son las cábalas de Simeone.

Para esta final de Milán, entre él y el Profe Ortega (gran cabulero) han cambiado todo lo que se hizo para la de Lisboa en 2014. Desde dejar fuera a los periodistas del vuelo del equipo (en el Atlético sí permiten a los reporteros viajar con ellos) hasta cambiar a sus acompañantes más íntimos. Pero la mejor cábala de Simeone es la intensidad con la que hace jugar a sus jugadores cada balón que disputan y lo bien que prepara los partidos junto al imprescindible Germán Burgos. Su mejor superstición es el trabajo bien hecho, gracias al cual está a un paso de La Primera Colchonera.

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