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Emocionante Sevilla

Actualizado a

El mejor Sevilla. Si alguien puede que le pida más al Sevilla. Un título, una final y todo el sudor derramado por las cuatro esquinas del Calderón 120 minutos. Quién le podría decir nada. Ni su afición, que al final botó unida. Cómo quieren a su equipo y cómo emocionó esa piña del final. En la victoria, y en la derrota, este Sevilla ya está establecido entre los grandes. "Cuando con tus jugadores saltas al Sánchez Pizjuán, vuelan, vuelan banderas....". No se podía ver mucho más desde el gallinero del Calderón pero desde luego se escuchaba mucho y era un sentimiento distinto. El que hace del Sevilla algo más.

Exhibición de afición. Una vez más, se quiso el Sevilla. Vinieron directos de Suiza, de Londres y de donde hiciese falta. Venía el Sevilla con ganas de ser feliz, de disfrutar y aplaudir a su equipo por la gesta de Basilea. Pasase lo que pasase. Se hizo peña en cualquier esquina de Madrid. La gente quería estar con el campeón, ¿pero imaginaba tanto?

El esquema. Emery no movió nada. Salió con lo que se esperaba y con el plan que todos creían... Y el que hacía falta. Un balón largo de Sergio Rico..., un cabezazo de Iborra... y Gameiro, el hombre por el que suspiran todos menos Deschamps, que le ganó en la carrera a Mascherano y forzó una roja. Un escenario inesperado e, ¿imprevisto?

Hasta que me muera. Incluso antes del final, el sevillismo ya sabía que su equipo le necesitaba. Empujó todo y más porque conocía que su momento era el 0-0. El Barça, preocupado de su equipo y de otra cosa, el árbitro, se había extraviado. No era, tal vez, lo que había pintado el Sevilla. Demasiado bueno. Demasiados minutos para llevar la iniciativa. Un vacío en el que, por una vez en meses, no se sintió cómodo hasta que sus dudas se explicaron en espacios detrás de la defensa que acabaron con la roja a Banega. Una despedida del partido y del Sevilla. Honores a este futbolista, tantas veces puesto en duda. Mejor jugador de la final de la Europa League de la temporada pasada, metrónomo del Sevilla, será difícil olvidarlo en las tardes de fútbol del Sánchez Pizjuán. Este es un futbolista con mayúsculas.

León, león... Luego llegó el gol de Jordi Alba en otra de esas diagonales imposibles de Messi... El Sevilla no vino a la final a aplaudir al Barcelona. Sucumbió con deportividad pero con orgullo. Es la primera final de ocho que pierde en diez años si sólo admitimos Europa League y Copa. Ahí en la hierba se vio a Monchi. "León, león, león San Fernando". Dedicado, otra vez, a ese arquitecto de sueños que ha llevado al Sevilla al límite: el triunfo ante el Liverpool en la Europa League. Y que se demostró a sí mismo, ahí sobre la hierba, que el Sevilla ya está dispuesto para el próximo escalón: la Champions.

Continuará... Lo explicó José Castro, presidente sereno, en el almuerzo con los medios en Basilea y en la cena del sábado en Casa Juan. A falta del último empujón económico, el Sevilla se ha inventado un equipo que ha desafiado a las entidades más poderosas del planeta fútbol. Nadie puede decir que durará para siempre. Pero sobre esta década se escribirá durante años de "la Giralda de nuestra ciudad...".