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Miguel de la Quadra, atleta

Miguel de la Quadra se nos ha ido. Fue atleta. Olímpico en Roma 1960. Como Areta, otro atleta histórico. Como Emiliano y Buscató, pilares de la Selección de baloncesto. Como los Dualde, toda una saga en el hockey. Como Goyoaga y Goyeneche, jinetes de renombre. De la Quadra era lanzador. De peso, disco, jabalina y martillo. Su fama le viene de la jabalina. Llegó a lanzarla a más de cien metros, pero de un modo un tanto heterodoxo, que explicó en un Foro Ferrándiz. Él no lanzaba una jabalina al uso, es decir, corriendo, echando el brazo para atrás y con un golpe de cadera tirarla lejos y clavarla en el suelo. Él lo que lanzaba era una barra, girando sobre sí mismo. Iba siempre lejísimos, pero a veces hacia los lados.

La Federación Internacional prohibió este estilo por su peligrosidad. Mas De la Quadra ni se inmutó. Él era atleta, como podía ser perito agrónomo, que lo fue, reportero, también, aventurero, también, o emprendedor, también. De la Quadra veía una cosa, la hacía, y sin apenas aprenderla parecía haber nacido para ello. No necesitaba enseñanzas ni títulos para hacer todo bien. Fue una persona singular. Conviene recordarlo ahora que se nos ha ido para que las generaciones que no le conocieron sepan de él. De la Quadra sí que representó la frase de querer es poder. Sin necesidad de ser el mejor, pero sí con la convicción de dar lo mejor de sí mismo en cada momento. Fue un gran hombre y, desde hoy, todo un referente.