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Unai escribe otra página de historia

Unai Emery llegó a Sevilla con la etiqueta de no manejar con éxito las eliminatorias. Se quedó en eso, en etiqueta. La borró con sonrisas como la que esbozó ayer al meterse en su tercera final de Europa League consecutiva. No es el único responsable de ello, pero sin duda su mando en este equipo vuelve a sobreponerse a los numerosos inconvenientes que se encontró durante la temporada. El vasco no es el rey de esta competición por casualidad: conoce el sentimiento que invade a Nervión, que vivió el inicio de una aventura plagada de títulos en este escenario.

Pero no sólo se alió Unai con el espíritu que convierte al Pizjuán en un feudo casi invencible en la Europa League. En verano tomó la valiente decisión de quedarse en el club que le dio la gloria en forma de títulos durante dos años seguidos. Se quedó con las llaves, adaptó piezas imposibles tras una planificación que en esta ocasión no fue perfecta, se atrevió con una apuesta total de canteranos en la portería, sobrevivió a lesiones como la de Krohn-Dehli y dio a Gameiro un rol protagonista en ataque cuando Bacca abandonó la nave. Agarra una final de Copa del Rey y otra de Europa League como alicientes inmejorable del final de temporada. Y advierte que los sueños continúan.