El miedo cambia de bando

Tiene mérito que, en las postrimerías de una de las temporadas más terribles que se le recuerdan al Espanyol, el aficionado culé vaya a pasar una semana con temor —lo reconozcan o no, es así— a la reedición del ‘Tamudazo’. Temor más psicológico que real, no nos engañemos, el cual se asemeja al que tenían los pericos por el descenso: mientras las matemáticas dictaban que las probabilidades de bajar eran de un 2’4 por ciento, la sensación era de que las brasas del infierno ya quemaban. El mismo contraste que se vivió durante la ‘final’ del domingo: por mucho que pasaban los minutos y el Sevilla seguía sin rematar a portería, crecía el pavor a una derrota. El miedo te bloquea primero y después, si reaccionas, huyes instintivamente. Como debe huir el Espanyol de su nefasto círculo vicioso antes de que la afición, al límite, huya sin remisión del club.

La permanencia ya es una realidad, por lo que urge ese golpe de timón que lleva semanas, o meses, aguardando en el cajón. Acaso no el nombramiento del entrenador hasta dentro de 15 días por respeto al que está, pero sí de Ángel Gómez como director deportivo. Estímulos como las esperanzadoras declaraciones ayer de Chen, que ilusionen y que hagan olvidar el calvario histórico de este curso. El de una afición que ha tenido que implorar al equipo que sume tres puntos para salvarse, como si el Espanyol no llevase 82 temporadas en Primera. Y ahí seguirá, por la victoria ante el Sevilla... ¡Ah! Y por aquel 0-0 contra el Barça. ¿Lo recuerdan? Pues vaya si al final ha sido útil.