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Una ciudad donde falta lo básico

A falta de 100 días para los Juegos, es triste darse cuenta que en la ciudad olímpica casi no se habla de deportes. Entre la tragedia del carril bici que se derrumbó y mató a dos deportistas la semana pasada, la criminalidad callejera que aumentó un 28% en un año, la crisis económica que tiene a diez millones de trabajadores en paro y los escándalos de corrupción en el Gobierno que llevaron a la inminente caída de la presidenta Dilma Roussef, queda poco espacio en los titulares de los medios y las conversaciones cotidianas para hablar de competiciones atléticas o mujeres vestidas de diosas griegas encendiendo no sé qué del otro lado del océano.

Cuando Río ganó el derecho de celebrar los primeros Juegos Olímpicos del mundo en desarrollo, hace siete años, la ilusión que existía era que la ciudad sufriera el mismo poder transformador que Barcelona en 1992. Pero este sentimiento de esperanza inspirado por el espíritu olímpico y la idea utópica del humanismo universal se ha transformado en una gran decepción. Una sensación generalizada entre la gente de que estos Juegos ya no tienen gracia o sentido. La frustración de una oportunidad real de cambio perdida.