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La memoria de todos los atléticos

Llega el Bayern. El Calderón lo estaba esperando. Un asunto pospuesto que contaron los abuelos y memorizaron los padres y luego los nietos. Una historia de escudo que explica mucho. Que lo explica todo. Un día grabado a fuego no sólo en la memoria de los atléticos, sino en su carácter. Una razón. El Atlético se alimenta de la victoria, pero se mastica y se aprende y se siente y se fortalece en la derrota. Ya está escrito, nadie es capaz de ganar como pierde el Atlético. Y hubo un día que de verdad perdió.

Llega el Bayern. Y es una tentación mirar a mañana, o más adelante, disfrutar de este equipo que se atreve con todo y contra todos, que construye una época inolvidable que merece abrocharse con la mayor de las conquistas. Pero es imposible recibir a este rival y no mirar atrás. Acordarse de los que ya se fueron y de lo que se dejaron. Lo que el Atlético será es consecuencia de lo que fue. Este partido sigue siendo un camino, pero también es una meta. El reencuentro que le debían a todos los atléticos. Una emoción. Una suerte de respeto que exige competir y ganar. Sobre todo por los que ya no están.