Gran cambio con pocos cambios
Mejores campos, mejores técnicos, mejor metodología, mejor nutrición, mejores médicos. Incluso, créanlo, mejores árbitros. El fútbol ha vivido, en general, acorde a su tiempo y no le ha dado la espalda al progreso, pero le conviene mantener un punto medieval que a menudo le sirve para explicar lo inexplicable: hay aspectos y momentos en que la creencia está por encima de la ciencia. Y hay que buscar ahí por qué el Madrid es más creíble con Zidane que con Benítez. Repasando el empleo de futbolistas hay pocas diferencias apreciables. Cristiano juega siempre, la BBC es intocable, Keylor conserva sus propiedades felinas, Marcelo sigue siendo el himno a la alegría, Kroos y Modric permanecen al volante, el dibujo apenas ha sufrido variaciones...
Y sin embargo, es otro Madrid, construido desde la autoridad moral de Zidane sobre el vestuario, que nunca le ha visto como lo que es, un novato. Extramuros supo conectar con la afición a través de su buen tono frente a la Prensa. Ahí se intuía una carencia y ha asomado una virtud. Y luego ha sabido manejar bien la dinamita sin que le explote. Devolvió a Bale a la derecha, de donde se había escapado hasta la mediapunta invocando su papel de superfigura. Con él juega el doble Carvajal que Danilo, y no la mitad, como con Benítez. Un recorte al palco. Y Casemiro ha acabado por adelantar a Isco y James. Tres retoques que se han alejado del oficialismo y un talante que le ha acercado a la plantilla. Sólo necesita un título para ser inseparable de la hinchada.