Tras los pasitos de Konoplyanka

Doce horas después, a más de un sevillista todavía le temblaban las piernas recordando esos pasitos de Konoplyanka para lanzar el tercer penalti de la tanda ante el Athletic. Al borde del umbral de sufrimiento, el premio para el ucraniano de hielo es jugar las semifinales en su país. El Shakhtar persiguió su fichaje cada año pero el Dnipro, que como el Dynamo y el Metalist no se venden sus talentos, no accedió. Así que tras esos pasitos de Konoplyanka, que encontrará una motivación extra, va el Sevilla. Es inevitable que la afición, entre el subidón de los penaltis y la posterior noche de farolillos, se crea envuelta por un halo de inviolabilidad. Los atrevidos hablan de vuelos a Basilea. Hasta a Trondheim, donde se jugará la Supercopa. Una exageración sevillana

La realidad, sin embargo, es otra. Sevilla y Shakhtar circulan muy próximos en el ranking UEFA, lo que anuncia una eliminatoria equilibrada: puesto 18 los de Emery, 21 los de Lucescu, que tiene grabado a sangre y fuego aquel gol de Palop en 2007 que premonizó la segunda UEFA. “Ese gol nos enseñó que tenemos que pelear hasta el final”, dijo ayer Monchi en Nyon. Puede resultar extraño pero al Sevilla no le suena nada raro de estas semifinales. Ni siquiera Lviv, la casa europea del Shakhtar. Allí jugó en 2010 ante el Karpaty con victoria 0-1 (Kanouté). De los 18 convocados para aquel partido no queda ni uno. Pero quedan todos los valores. Esa fe inquebrantable que permite soñar con la final de Basilea tras los pasitos de Konoplyanka.