Difícil equilibrio: reconocer la derrota, asumir qué pasa y no montar un drama

Derrota merecida. El Barcelona quedó eliminado de la Champions League de manera merecida más allá del error del colegiado en la última jugada del partido al no señalar un penalti que podría haber dado paso a una prórroga que el Atlético hubiera jugado con un hombre menos por expulsión de Gabi. La prueba más palpable de que la eliminación es justa es que, tal y como pasó en el gol anulado a Messi hace dos años en la última jornada liguera en el Camp Nou ante el mismo rival, muy poca gente después del encuentro hizo de esa jugada una bandera de la injusticia y se parapetó en ella como excusa. Ahí el Barcelona sí estuvo a la altura que se le debe suponer a un gran equipo. Las comparaciones con la manera de comportarse de otras entidades deberían sonrojar a más de uno que ve conspiraciones mundiales tras cada error arbitral.

Dura prueba. Pero si el Barcelona ha demostrado que ha superado con nota la época del victimismo, le queda ahora demostrar que también ha superado esa característica tan barcelonista de quemarlo todo después de una derrota cayendo en una profunda depresión. Evidentemente, se han cometido muchos errores, pero de ahí a pensar que todo es un desastre media un abismo.

La idea. El Barcelona se ha hecho grande a partir de una idea de juego que mirada en perspectiva le ha funcionado de perlas. Dijo Guardiola tras ganar el primer triplete que “lo fácil es alabar este sistema de juego cuando se gana, pero cuando hay que ser más fiel a la idea es cuando se pierde, porque se volverá a perder”. Y en esas estamos ahora. Hay que ver la deriva que tomará el Barça a partir de mayo.

El éxito. Puede que el Barcelona, incluso ganando como ganó el año pasado, se haya estado alejando de esa idea y que el propio éxito haya disimulado esta desviación. Ahora que ha caído el velo con la derrota en el Vicente Calderón y la eliminación de la Champions es un momento perfecto para regresar a los orígenes y reconocer que algo pasa, sin que ello sea sinónimo de prenderle fuego a todo. Tan imprudente sería montar un drama por estas últimas derrotas como peligroso seguir defendiendo que todo va a las mil maravillas y que aquí no ha pasado nada, que es, me temo, la postura que ha tomado el técnico.