¡De Cristiano al cielo!
¡Cómo no te voy a querer! A las siete de la tarde me encontraba en la calle Concha Espina esperando el autobús del Madrid, como un aficionado más. Calculo que había más de 10.000 madridistas irreductibles, que desafiaron a la lluvia torrencial y la falta de paraguas (pocos lo llevaban). Cánticos continuos, gente que había llegado desde todos los puntos de España con la ilusión de un niño, gargantas desatadas, pasión desbordada, bengalas que resistían al agua caída del cielo, marea blanca y vikinga. Me sentí un privilegiado por compartir ese momento pleno de felicidad. Aficionados que no pedían nada a cambio a sus héroes. Sólo compromiso y corazón para compartir con ellos esa magia que supone defender el escudo del mejor club de todos los tiempos. Los jugadores miraban alucinados desde las ventanillas. Entendieron que si el diluvio no frenaba la fe y el orgullo de sus fieles, ellos no podían fallarles. Habría sido imperdonable. Y respondieron a la altura de la noche de gloria merengue. Un primer cuarto de hora como en los viejos tiempos, con el Bernabéu haciendo levitar a once camisetas blancas que volaban entre el vocerío y el volcán ante un Wolfsburgo noqueado. Cristiano firmó dos goles que fueron dos directos a la barbilla del equipo de la Volkswagen. Luego hubo una tregua, justa y necesaria.
El ‘Champions’ es CR7. Y la tregua duró hasta que ÉL, el mejor futbolista de la Tierra, puso su sello en ese 3-0 que desató la locura en el santuario de La Castellana. Keylor le dio la asistencia en su gol de falta. El costarricense le dijo algo al oído al 7 y éste la clavó. Cansado de que le digan que sólo aparece en los partidos de escasa enjundia, Cristiano dio anoche una nueva lección ante el mundo entero. Hat-trick descomunal, que se une al gol de oro que metió en el Camp Nou. Cristiano no necesita aduladores. Su lenguaje es más sencillo. Pasa de Periscopes. Habla en el campo. Grita, manda, la pide, propone, dispone, reclama calor al Bernabéu, aconseja a los jóvenes, mete la pierna si es necesario para frenar un ataque alemán, presiona hasta la extenuación los saques del portero Benaglio, se emociona, disfruta con su profesión y entiende la grandeza de ser el number one del equipo-referencia del fútbol. Cristiano no tiene fronteras ni límites. Dicen que está en declive, pues bendito declive...
De Felipe, DEP. Se nos fue Pedro De Felipe, uno de los héroes del Madrid Ye-Yé. Hace 14 años me telefoneó y me dijo: “Roncero, hay en el Sporting de Lisboa un chaval de 17 añitos que se llama Cristiano y va a ser un seguro Balón de Oro. Hay que ficharlo porque ahora vale cuatro duros”. De Felipe, en su silla de ruedas y con su inseparable hijo Jorge al lado, tuvo fuerzas para gozar del 1-2 en el Clásico y de ver cómo su hallazgo adolescente se consagraba ante el planeta entero. De Felipe fue el que me descubrió la grandeza futbolística del crack. Él me enseñó valores madridistas. Hasta siempre, amigo.
Que pase el siguiente. Necesitaría la página entera para citar a todos los peñistas que ayer me pidieron un saludo, pero permítanme que me detenga en mi sobrino Gonzalo (¡vivió su primera remontada!), en Manolo de la Peña Picanya y el doctor José Manuel Velasco, que salva cada día la vida de muchos niños y tuvo tiempo ayer de salir raudo al Bernabéu para ver a su Madrid. Y la remontada va por mi madre, la más bonita del mundo. Te quiero, mamá.