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Fernando Alonso, campeón del mundo

El deporte es terreno abonado para los oportunistas. Un escenario ideal para aquéllos que prefieren eliminar cualquier perspectiva en sus comentarios para medrar amparados por la irrelevancia de lo circunstancial. Es una práctica habitual de muchos, reconozco incluso que entre los periodistas, pero me resulta especialmente irritante si procede de otro deportista, que en teoría debería conocer mejor que otros de lo que está hablando y medir con precisión sus palabras. Por eso me ha encantado que Fernando Alonso haya dejado a Johnny Herbert en evidencia delante de las propias cámaras para las que trabaja el británico. Ni siquiera quiero entrar en si tiene razón al afirmar que el español está ya fuera de la Fórmula 1 (que no la tiene), lo tremendo es que se atreva a afirmarlo con tanto descaro.

Alonso, como él mismo le ha recordado a Herbert, es campeón del mundo. Dos veces. Y eso merece más respeto del que se desprende de las declaraciones de un expiloto metido ahora a analista televisivo y con un palmarés deportivo discreto, por llamarlo de algún modo. Aprovechar la lesión del asturiano para hacer leña del árbol caído es impropio de alguien que debería saber lo que se pone en juego al subirse a un monoplaza a 350 km/h. Respeto cualquier opinión, pero la de este personaje me parece más propia de un observador en la distancia que de quien ha disputado 165 grandes premios, incluso aunque haya sido con poca rentabilidad (siete podios, tres de ellos en forma de victoria). Y la reacción de Alonso le debe haber dejado claro lo que es un campeón: un tipo valiente, decidido, que se enfrenta de cara a las dificultades, que no se amedrenta y que está dispuesto a seguir luchando por sus sueños. ¿Le suena de algo señor Herbert? Pues tome nota...