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Dejemos el Bernabéu como está

Cada año, cerca de un millón de aficionados (muchos de ellos llegados de otros países) visitan el Tour del Bernabéu, convirtiendo el santuario madridista en el tercer museo más visto de la capital tras El Prado y el Reina Sofía. El 99% se van maravillados por la belleza del estadio, considerado por la UEFA como ‘5 Estrellas de Élite’. Cómodo, con una sonoridad maravillosa, gradas verticales que facilitan una visibilidad estupenda, futbolero y con 4.500 localidades VIP difíciles de superar. No conozco un sólo madridista que en los últimos años me haya dicho: “Roncero, hay que mejorar el Bernabéu...”.

Por eso, me extraña el empeño del club y del presidente en plantear continuas reformas. El Bernabéu tiene identidad y el peso de la historia, que lo convierten en un escenario único en el mundo. Empeñarse en buscarle retoques para acabar metiendo como sea un hotel y más volumen de negocio extrafutbolístico, es un ejercicio de superficialidad que no entiende una afición hambrienta de títulos y no de pala y ladrillo. El Bernabéu, además, debe llamarse así hasta el fin de los días. Ni IPIC ni Cepsa ni leche migada. El creador de esta maravillosa obra arquitectónica se merece un respeto institucional que sería mancillado si le ponen un nombre comercial. El Madrid es de sus socios. El presidente se cansa de decirlo. Pues los 95.000 socios deberían votar sobre algo así. Con el Patrimonio del Madrid no se juega. Bernabéu eterno.