Las tribulaciones de Isco
Aparentaba estar enfadado, pero su disgusto no era con su entrenador, Zidane, por haberle sustituido. Isco, por unas cosas u otras, no encuentra la continuidad necesaria para desarrollar su juego. Y ya son muchas pruebas, muchos intentos, muchas ocasiones fallidas. Por eso, el domingo no fue el mejor día para lucirse. Porque el entrenador había dejado fuera voluntariamente a medio equipo titular y el resto estaban como estaban. Así las cosas, el malagueño no cuajó la faena que necesitaba. Sus gestos en el banquillo demostraban frustración y desánimo, lo peor que puede evidenciar un futbolista.
Se acerca el final de temporada y con ello su continuidad en el equipo y la participación en la Eurocopa de Francia de este verano. Isco ni puede ni debe seguir siendo un proyecto de superclase. Esa fase ya pasó cuando el Real Madrid dio el paso para contratarle y pagó lo que pagó (30 millones). Tampoco es tiempo de aclimataciones y de superar el miedo escénico de jugar en uno de los mejores equipos del mundo. Consciente de todo, volvió a explotar cuando vio su número para el cambio en la banda. Esos gestos tampoco le ayudan, pero son comprensibles. Seguro que por su cabeza pasó la misma frase que luego pronunciaría su entrenador: “Así no vamos a ningún sitio...”.