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Sin fronteras. El madridismo no conoce límites racionales. Ayer compartí mesa y mantel (de papel) en El Rincón de Toñín con seis ciudadanos estadounidenses que llegaron desde las proximidades de Nueva York exprofeso para ver el Madrid-Roma en el Bernabéu. Josue Llerena, Michael Gómez, Abraham Arteaga, Carlos Mario García, Sylvio Ismael Pérez y José Andrés Pérez. Todos pertenecen a la Peña ‘Zona Real’ de New Jersey. Iban ilusionados como si fuesen niños en edad preescolar. Con su acento entre latino y neoyorquino, me llegaron al alma: “Señor Roncero, nos hemos gastado nuestros ahorros para ver la leyenda del Real en Europa. La Liga está perdida, pero somos del Madrid por sus diez Copas de Europa...”. Ese es el patrimonio innegociable de este club: la historia. El Bernabéu se tuneó con sus mejores galas y lució su perfil de la Champions, donde brilla esplendoroso y guapo. Llenazo, aliento desde el minuto 1 y mucha pasión. Eliminar a un equipo italiano por primera vez en casi tres décadas no es ninguna tontería. Yo estuve en aquella noche de 1987 en el estadio clausurado ante el Nápoles. Apenas éramos 300 personas en Chamartín. Yo vi el caño de Chendo a Maradona. Ganamos 2-0 y en San Paolo les tumbamos gracias a un gol celestial en combinación mágica de Hugo y Butragueño. Tres décadas hubo que esperar. Estos italianos son como la gota malaya. Pero anoche se les cruzaron por el camino héroes que se saltaron el guión...

Casemiro, primero. Es el único cinco nato que tiene la plantilla del Madrid de Zidane. Pero es el mejor cinco imaginable (Busquets no es fichable). No lo cambiaría por nadie. Casemiro reúne una condición que siempre gustó en el ADN madridista. Perseverancia, colocación y dureza ‘inteligente’ (rasca como lo hacía Ángel de los Santos, pero sabe disimular aunque no deje prisioneros). El muro brasileño hace la prolongación de Pepe, otro que desde atrás adelanta la línea de presión y mete esa agresividad que no vimos en el Clásico ni ante el Atleti. Forman el añorado cinturón de seguridad. Ya era hora, señores.

Keylor, segundo. Achicó la portería a Dzeko y el bólido Salah con unas salidas gloriosas, obligándoles a tirar fuera. Después sacó dos goles claros a Florenzi y Manolas. Iban 0-0. Paradas de Champions. Y batió el récord de Van der Sar. Y ahora amenaza a Lehmann. Sigue virgen en esta competición. Buscarle sustituto es una necedad digna de Cuarto Milenio...

Y Lucas, tercero. Su media hora final fue para enmarcar. Homenajeó a Camacho y a su famosa frase: “El canterano digno de jugar en el Madrid debe derribar la puerta”. Lucas la destrozó. Hizo una jugada de Garrincha en el 1-0 de Cristiano (ya suma 40 goles este curso...) y desbordó a Digne tantas veces como quiso. El gallego no es Amancio, pero es un paisano que dignificará el recuerdo del Brujo. Se merece ser titular ya.

La Undécima. Está a sólo 450 minutos. Tan lejos, tan cerca. Sólo el Madrid puede conseguirlo pese a su temporada horribilis. Me lo recuerdan las peñas de Salamanca, Somontín, Picanya, Carabaña, We are the Champions (Javi, eres mi ídolo), ‘Reyes de Europa’ de Valdivia (Badajoz), Palencia, Villafranca de los Barros, El Aguanís de Ginebra, El Botijo de Ocaña, Marcos El Vikingo del Ensanche de Vallecas, los hermanos Oltra de Sabadell y Jordan Blancos (¡desde Jordania!). ¡Héroes!