Un peligroso brote de ‘cerocerismo’ rojiblanco
Alas puertas del partido mayor (por más que la nueva diplomacia colchonera recomiende rebajarlo), el Atlético se ha quedado sin gol. Es patología, no mera coincidencia. Tiene que ver con el modelo, que no predica un ataque abusivo, pero convengamos que eso nunca fue asunto: bastaba una acción a balón parado (el laboratorio ha perdido catálogo y MiniPantic, veneno), la eficacia del nueve (Mendes fracasó en las últimas elecciones) o la aportación invisible de Raúl García (no está) para desmentir la apariencia de racanería. Pero ya no alcanza. Y da para la inquietud.
Es verdad que la seguridad defensiva sigue, agrandada por ese Oblak gigantesco, y que aún resulta más fácil ganar que perder. Pero la sequía espanta. No hay un ariete en el que descansar y se les cayó la fe a los que no lo son. En tiempos de autoconfianza, Koke habría dado el miércoles a su globo la curva exacta para batir a Zoet y Griezmann no habría temblado en su mano a mano. Dos ejemplos de la nueva ley: el Atlético genera poco y además perdona; está seco. Una complicación, porque en el fichaje del gol no puede permitirse equivocarse, pero sobre la que hoy debe pasar por encima. Los derbis no se entretienen en menudencias. Y además, alguna ventaja debería tener para los rojiblancos no recibir descanso. No tienen tiempo ni de comerse la cabeza por la nueva angustia.