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Llull, ¿cómo no te voy a querer?

Me encontraba en una peña madridista en Navacerrada. En el restaurante Espinosa había mucho futbolero y algunos nostálgicos a los que todavía el baloncesto nos pone con la tensión arterial fuera de control. En los dos primeros cuartos, el personal miraba de reojo a la pantalla de televisión, casi más por curiosidad que por interés. Media docena nos manteníamos firmes y fijos con la mirada en lo que sabíamos que era la final anticipada. Partidazo lo mires por donde lo mires. El Baskonia utilizaba sus argumentos habituales con agresividad en defensa y ese tiro exterior que con Adams y Hanga­ hacia mucha pupa. El Madrid respondía, pero su principal tigre de Bengala permanecía agazapado: Sergio Llull.

Con este héroe de la mitología madridista hay que hacer un punto y aparte. Cuando el partido se puso cuesta arriba y daba la sensación de que los vitorianos iban a tumbarnos de nuevo, como ocurrió en la Liga y en la Euroliga, irrumpió ÉL. Sus canastas a lo Michael­ Jordan, su personalidad tremebunda a pesar de ir con cuatro personales a cuestas, su orgullo madridista para decir “aquí estoy yo” y sus supersónicas entradas hacia el aro del Baskonia dibujaron una autopista hacia el cielo para el Madrid de Laso. El aeroplano de Mahón es el Corbalán del siglo XXI. ¡A por la Copa!