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Vini, vidi, vici. Ese es Zidane. Llegó, vio y venció. Ya sé que sólo es de momento, pero las sensaciones son superiores cada día que pasa. Ramos, Il Capitano del Bernabéu, lo proclamó desde la arena del Coliseo romano con el pulgar hacia arriba: “Zidane es un grandísimo entrenador y el vestuario está muy satisfecho con él”. Empatía +complicidad=compromiso. Leí el otro día una reflexión de Khalil Gibran, ensayista y poeta hindú de principios del siglo XX: “Para entender el corazón y la mente de una persona no te fijes en lo que ha hecho, no te fijes en lo que ha logrado, sino en lo que aspira a hacer”. Ese es Zizou. Le avala un currículo digno de un licenciado en Oxford y Harvard, pero él se ha reseteado en los banquillos y quiere que se le conozca por su dominio de la situación como estratega y no como el rey de la Novena. El golazo de Glasgow quedará para siempre en la retina de los madridistas, pero si desde el banquillo consigue levantar la Orejona en la final de Milán (28 de mayo) será reconocido para los restos. El undécimo técnico de Florentino conquistando la Undécima. Curioso juego numérico. Si el destino quiso que fuera así, no variemos esta maravillosa ruta...

Cristiano, El Fenómeno. Ya lo dijo Valdano en la transmisión de beIN Sports: “Cuando Ronaldo es Ronaldo, el Madrid es el Madrid”. No se puede dudar de este prodigio de la naturaleza. A sus 31 años lleva una semana de órdago a la grande. Su golazo al Athletic (recorte en carrera pasándosela por detrás y remate a la escuadra) lo reeditó en el Olímpico de la Ciudad Eterna. Gorka y Szczesny pueden dar fe de ello. Ninguno pudo armar siquiera los brazos. Goles de catálogo. Insuperables. Dignos del mejor goleador de la historia de la Champions (89 dianas). Ya suma 33 en lo que va de curso (en 31 partidos) y no se le ve techo. Zidane le ha puesto de nuevo en su perfil favorito, saliendo desde la izquierda, y ahí ha recuperado su versión martillo pilón. Es verdad. Él no necesita abracitos ni besitos. Su lenguaje corporal se desarrolla en la verde pradera. Ahí es el Macho Alfa. Anoche regresó a Hispania como si fuese Carlomagno. Cristiano, el nombre le viene pintiparado, es el nuevo Emperador de Roma.

Sangre egipcia. El Roma tenía a Totti en el banquillo. Una falta de tacto de Spalletti (spaguetti, como le llama un colega mío). El homenaje al héroe romano deberá esperar. Las únicas alegrías para los tifosi se las daban los egipcios Salah y El Shaarawy, dos flechas que dieron algo de guerra hasta que se incorporó Dzeko a la batalla. Un cíclope con cuerpo de arrastrabueyes, pero más lento que un ejército de orugas. Eso sí, dio dos sustitos. Hasta que irrumpió Jesé, arte canario en libertad, que firmó el gol de la sentencia. Cristianos y Jesés. Me recuerda a los Zidanes y Pavones de hace tres lustros. Así vino la Novena. Esperemos...

Afición feliz. Los 1.200 madridistas que tuvieron fe y arroparon al Madrid en el Olímpico pasaron una jornada estupenda. Me lo cuentan el ‘Obispo de Chinchón’, Gamarra de Barcelona, Nabil de Capote y Montera, Toñín El Torero y su inseparable Sonia, We are the Champions, Balbino de la peña Midelkerke de Brujas y Paco Ortúñez, que ha cumplido 82 años con la entereza de un crío (ya lleva 46 años de socio, llegará a las Bodas de Oro). Esto me va recordando a la ruta de la 7ª, 8ª, 9ª y 10ª. La Champions es nuestro territorio. Nuestra casa.