Una carrera llena de obstáculos
Las vueltas que da el fútbol. Valverde abrió la puerta de salida a Aduriz cuando era un crío. Prefería a Azkorra, hoy en el Real Murcia. Heynckes le había hecho debutar con 21 años en Copa jugó tres ratos en Liga. Txingurri le tenía en el filial y sólo marcó tres goles en 22 partidos. Jupp olfateó bien, había visto en él a un delantero alemán. Poderoso y elástico, tenía un exceso de fogosidad a corregir. No seleccionaba los esfuerzos, iba a todas y más. Aún recuerdo el codazo que pegó a un central del hoy famoso Leicester en su primera pretemporada. Roja a los 27 minutos. Aduriz tuvo que hacer su primera maleta y fue recogido en Burgos por alguien que le conocía de maravilla de Lezama, Carlos Terrazas, líder hoy del gran Mirandés. El Valladolid anduvo vivo, vio negocio.
Carlos Suárez se lo vendió a Lamikiz por tres millones. “Iría andando a Bilbao”, me había confesado tras una eliminatoria en Pucela. El Athletic le había enamorado. Llegó en plan salvador y fue clave con Clemente y Mané. Caparrós apostó por Llorente y no frenó a Macua en su traspaso (sin cobrar los cinco ‘kilos’) al Mallorca. Hizo la segunda maleta llorando. Jupp me dijo desde Múnich: “¡Chico, cómo son tan torpes de venderle!”. Cariñoso y profesional como es, enterneció a Manuel Llorente para que el Valencia se lo regalase a Urrutia por dos millones. Bielsa dijo que jamás entrenó a un ‘9’ así en el remate de primeras (mejor que Batistuta y Crespo). Valverde cierra el círculo que abrió y disfruta de su mejor versión sin caducidad. Falta que se rinda Del Bosque.