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El Cata en su salsa

Beccacece. Se sacó el carnet por Internet, aduciendo falta de tiempo y un trabajo ya en firme, como ayudante de Sampaoli. Una ventaja burocrática que, visto su despliegue en sus primeros pasos como técnico en solitario, amenaza con hacer saltar por los aires la importancia de los cursos de entrenador. Al segundo partido, los aficionados de la U ya se frotan las manos. 8-1 y ante O’Higgins, que llegaba de líder. Fútbol total, un juego a toda pastilla con un pivote, un enganche y mucho desborde y dobladas por las bandas. Un vértigo que recordó al primer Chile de Sampaoli, el de los 11 kamikazes que decía Del Bosque, el de antes del viaje hacia la pausa con la influencia de Lillo. Ojo, igual detrás del debutante Sebastián Beccacece hay un entrenador. Es pronto para sentencias, pero a la segunda ya ha hecho más ruido que la mayoría de sus antecesores.

Cata Díaz. Por resumir en un nombre cuyo gusto por la camorra ya se vivió durante años en España. Aquí no se bajó del coche para liarse a mamporros con un aficionado, pero la armó sobre el campo, fue expulsado y desafió a la barra de River con gestos provocativos. No fue el único, eso sí. El River-Boca del sábado acabó con cinco expulsados y una sucesión incontrolada de comportamientos intolerables. Una guerra civil y sucia de patadas y peleas. Y eso que era un amistoso de pretemporada. La mayor rivalidad del fútbol argentino no es máxima, es impresentable, rotundamente delictiva. Ganó River, 1-0, pero eso volvió a ser lo de menos.

Bentancur. Por nombre, aunque distinto por tres letras, te lleva instintivamente hacia el inolvidable portero canario del Madrid de los sesenta. Por puesto, te dirige más bien a Redondo, pensando en alto, o a Gago, justo el jugador a partir de cuya lesión empezó a hacerse notar en Boca. Es diestro, alto, elegante, muy de pisar la pelota (hasta para hacer túneles, busquen en youtube), toco y me voy, valiente para ir al suelo, un clásico cinco argentino aunque con más cuerpo. Y es sobre todo joven, 18, bien ganado el apodo de Pibe, apenas un año en Primera. Pero el fútbol argentino, ya saben, vive acelerado, exporta con prisa. Los agentes han logrado que 20 partidos valgan para firmar el contrato de tu vida. Rodrigo Bentancur: el Madrid está convencido de haber descubierto una joya.

Yepes. Otra generación que se acaba. El último superviviente de la Copa América de 2001, el único título que colecciona Colombia en sus vitrinas, decidió colgar las botas la semana pasada. El último patrón de la defensa, un central de mando y bota afilada. Resistió hasta los 40 años. Mario Yepes, un trocito de la historia cafetera, un trotamundos héroe de River y viajero del Milán, se termina. Su último club fue San Lorenzo. Quiso estirar un poco más su novela de fútbol, jubilarse en el América de Cali, pero no lo logró. Su frase de despedida, emocionada, lo resume: “Llego acá con la tranquilidad de decir que he cumplido y he dejado un legado no solo para mi familia y mis hijos, sino para mucha gente y muchos niños en Colombia”. Ahora quiere ser entrenador. Desde ya.