Derbi, tercer capítulo

Hoy se completa el último capítulo de la trilogía de derbis que nos ha deparado un inicio de año trepidante. Disfrútenlo con mesura y si tienen que gritar algo de lo que deban arrepentirse luego, asegúrense de hacerlo lejos de alguna cámara. Lo que no sale en la tele no existe. Mañana habrá tiempo para elaborar el recuento de bienes y el informe de daños. De momento, el inventario consigna un empate en Liga, un buen chute de orgullo y demasiada sobreexcitación. Hemos puesto en órbita para siempre jamás el término “nacionalbarcelonista”, acaso el mejor legado que nos dejará la presidencia de Collet. También estos días se ha hablado de la cuestión perica en los medios, aunque cuando la verbena de los derbis sea pasado volverán a confinarnos a nuestro habitual ghetto informativo.

Y también mañana habrá que admitir, aunque sea de puertas adentro, que cuando nos ponen delante los colores blaugrana perdemos el oremus. Que seguimos sin decidir quién se va y a quién se ficha, y lo más importante, cómo se paga. Que nuestro estado de ánimo fluctúa más que la bolsa china. Que a menudo se nos olvida que nuestro día a día pasa más por dar el callo en Ipurua que por la viperina lengua de Piqué. Que nuestra guerra no es esta. Y sin embargo, como mola darles guerra.