Sampaoli: el truco grosero del que se quiere ir
Sampaoli. Ha pasado de ídolo mayor a apestado en una sola frase. No han sentado bien en Chile los deseos de fuga gritados por su seleccionador campeón. Hasta ahora parecían cosas de la Prensa, pero ya no. El DT, seguramente cumpliendo la recomendación del poderoso agente que llama a su puerta, siguiendo al pie de la letra el manual del futbolista al que su club no le libera para irse a un grande, ha incluido como elemento decisivo en la negociación el desprecio irreversible del aficionado. Se declara rehén de Chile justo el día que, con el Balón de Oro al fondo, tenía todos los focos encima. Hay una millonaria cláusula como obstáculo pero al tiempo ya no hay marcha atrás. A disgusto, ofendiendo, lastimando a la gente, Sampaoli no puede seguir en la selección que lo llevó a la cima. Todo apunta a otra victoria de quienes han decidido que los contratos con futbolistas y entrenadores sólo obliguen a una parte.
Blengio. El padre, Juan Carlos, tiene 35 años y juega de defensa (en Argentina es emblema, pero en Chile no le guardan un buen recuerdo: un entrada suya mandó hace años al hospital durante tres meses a Alexis Sánchez). El hijo, Matías, tiene 17 y se sitúa debajo de la portería. Son los Blengio, un insólito caso familiar en el fútbol de compartir vestuario. Ocurre en la liga argentina, ahora en fase de pretemporada. Tigre, el equipo que empieza a dirigir Camoranesi, tiene a los dos, padre e hijo, zaguero y guardameta, el 3 y el 22, entrenándose en el mismo plantel.
Schelotto. Otro caso de familia unida. Llega a Europa procedente de Sudamérica. Guillermo Barros Schelotto, emblema de aquel inolvidable Boca Juniors de Riquelme, firmó el lunes como nuevo entrenador del Palermo, en sustitución de Davide Ballardini. Tras dirigir cuatro años a Lanús (conquistó la Copa Sudamericana, convirtiéndose en el primero en lograrlo como jugador y entrenador), apuntaba a Racing, pero no llegó a un acuerdo. Y el destino de repente le ha hecho cruzar el charco. Una broma del destino: se va un equipo cuyo nombre coincide con el del delantero con el que mejor se asoció de jugador: Martín Palermo. Como ayudante, por supuesto, lleva a su inseparable hermano mellizo Gustavo. Escuela Bianchi.
Wanderers-Colo Colo. 36 días y tres horas. Eso duró finalmente el duelo con el que debía cerrarse en Chile el torneo Apertura 2015. Debió comenzar 6 de diciembre de 2015 a las cinco de la tarde y concluyó el lunes, bien entrado 2016, a eso de las ocho. Con el Clausura a punto de arrancar ya, el viernes. Una victoria de los vandálicos, los animales que invadieron el césped e impidieron entonces a golpes el cierre del campeonato. Su gran obra, resuelta hasta ahora simplemente con 54 prohibiciones de acceso a recintos deportivos. Muy barato. Y al fondo, la confirmación deportiva de un drama: 36 días y tres horas después, Wanderers ganó 2-1 a Colo Colo. Así que si Mark González hubiera marcado de penalti ante Audax, Católica habría sido el campeón. Otra muesca en esa leyenda fatalista que costará arrancar de su cabeza a los cruzados.