Guillén se mantiene en sus trece

El casco viejo de Peñíscola se levanta sobre una roca que remata en su cima con un castillo templario que abre sus vistas al mar. Al lado de la entrada te recibe en posición de bendecir el imponente monumento de un relevante clérigo barbado: el Papa Luna. Así se conocía a Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor (Illueca, 1328-Peñíscola, 1423), que fue Papa en los convulsos tiempos de Aviñón y del cisma de Occidente bajo el nombre de Benedicto XIII.

El papado de Benedicto XIII no tuvo el beneplácito de Francia, que le veía poco manipulable y demasiado cercano a la Corona de Aragón. Le cortó el grifo económico, le retiró su confianza política y hasta rodeó con militares el palacio de Aviñón. Al Papa Luna no le quedó más remedio que huir y se instaló en un antiguo castillo de la Orden del Temple en Peñíscola con un puñado de leales. La época era tan turbulenta que llegaron a coincidir tres papas (también Juan XXII y Gregorio XII). Desde ahí mantuvo una lucha tenaz por conservar su papado y se negó siempre a renunciar porque se consideraba el legítimo titular. Ni siquiera ser nombrado antipapa por un Concilio le convenció de lo contrario. Aquella tozudez de Benedicto XIII ha traído hasta nuestros días la expresión “mantenerse en sus trece”. Murió con 95 años, sin ceder un ápice, y todavía hoy es considerado antipapa.

El recorrido de la Vuelta a España 2016 contempla una meta en Peñíscola en su 16ª etapa, que seguramente no acabará junto al Papa Luna, sino cerca de la playa, justo donde en otoño se monta el 'Chiringuito de Pepe' para rodar capítulos de la serie televisiva. Su inclusión me ha recordado una reciente visita que hice a este bello pueblo castellonense y la historia de Benedicto XIII, en la que he encontrado ciertas conexiones con el trazado de la carrera.

Javier Guillén ha reincidido en sus ideas para 2016, en las señas de identidad que han hecho crecer a la Vuelta en los últimos años: diez llegadas en alto, tres metas explosivas con rampas superiores al 20%, una única contrarreloj individual, una crono por equipos de apertura, algún guiño a la tradición, algún descubrimiento, una etapa de montaña en la penúltima jornada, un corto kilometraje… Guillén habla de “un modelo” de la Vuelta y lo apoya en las audiencias televisivas. Enfrente surgen voces que reclaman menos metas en subida, gran montaña con la llegada tras un descenso, otra crono en el primer tercio de carrera… Guillén escucha las sugerencias, toma nota, pero se mantiene en sus trece. Como el Papa Luna. Y mientras le salgan los números, no le importa que algunos le señalen como antipapa.




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