Nadal y los Juegos Olímpicos
Los Juegos ejercen una especial atracción sobre los grandes deportistas. Se celebran cada cuatro años y, sobre todo, se viven con una intensidad desconocida. Todas las medallas suman y se celebran por igual. El deportista siente formar parte de un gran equipo y vive una experiencia única. Nadal no es una excepción. Estuvo en los Juegos de Pekín, residió en la villa olímpica y disfrutó como el que más. Fue uno de los cinco campeones que tuvimos. ¡Campeón olímpico! ¡Ahí es nada! Eso ya no se lo quita nadie. De su generación no hay muchos. Murray, campeón en Londres 2012, y punto. Si Federer quiere presumir de lo mismo tiene que acudir al palmarés del torneo de dobles, que está muy bien pero no es lo mismo.
Por todo esto, Nadal tiene marcado en rojo los Juegos de Río. Faltó a los de Londres por una lesión, cuando ya se preparaba para ser el abanderado del equipo. Es una paliza, pero le hacía ilusión. Es lo que tienen los Juegos. Ilusionan a cualquiera. Este año van a ir incluso los golfistas profesionales. En el caso de Nadal se da por descontado que participe en el cuadro individual, y habrá que ver también si lo hace en el de dobles. Sobre todo en el mixto, porque apetece verle formar pareja con Garbiñe Muguruza. Tampoco sería una barbaridad. Murray fue campeón individual y subcampeón en el mixto jugando con Laura Robson en Londres. Sería, además, una magnífica manera de promocionar el doble mixto. La mujer se lo merece.