La voracidad nunca la perdió
El Cristiano goleador no ha vuelto porque nunca se fue. Desde que llegó al Madrid ha metido goles como churros siempre. Renovado o sin renovar, mohíno o eufórico, parlanchín o mudo. No es que haya nacido con el gol, es que no puede vivir sin él. Por eso sus gestos de desesperación cuando no marca, sus desplantes e incluso los detalles que le hacen parecer egoísta. Es una frenética carrera contra él mismo. Cuando decimos que ha vuelto el Cristiano Ronaldo goleador es porque vuelve a las cifras de más de un gol por partido. Una barbaridad.
Pero esa voracidad del delantero ha servido en muchas ocasiones para arrastrar al equipo. El espíritu de superación personal acaba contagiando al resto del grupo. Todos parecen mejores cuando el portugués explota su mejor virtud. Incluso hemos visto que son secundarias las relaciones que mantenga con los técnicos. Cuando se enfadó con Mourinho, sus registros no se resintieron. Y seguro que ahora con Benítez, aunque el grado de conexión no parece tan intenso como el que tenía con Ancelotti, los números acabarán siendo similares a final de temporada.