Un infiltrado en tropas amigas

Perdimos la cuenta de las veces que Sergio Ramos se infiltró para poder jugar a pesar de la lesión en el hombro. En el Sánchez Pizjuán recayó, y nunca mejor dicho, después de marcar el gol del Madrid. Fue entonces cuando programó su vuelta con parada obligatoria en el Clásico. Desde la derrota con el Barça no ha dejado un solo segundo de recuperarse, lo que ha incluido un tratamiento específico de vitaminas en el hombro. En el camino ha tenido tiempo para reunir a sus compañeros y exigirles un sobreesfuerzo en los malos momentos. Ramos se incorpora en El Madrigal, donde piensa jugar, justo cuando el Madrid se encuentra en plena fase de recuperación después del batacazo ante el Barcelona, hasta ahora el valor más negativo en la temporada blanca.

En ausencia de Ramos, Pepe, Varane y Nacho han alternado titularidad con mayor o menor suerte. Destacable es la labor de Nacho, que juega cuando le ponen, se marcha cuando le dicen, y escucha, palabra de Benítez. Ramos es un gran valedor del canterano, que tiene en el sevillano un buen referente. De tal forma que retratados quedarán para siempre los que le pusieron en duda. Ramos puede estar mejor o peor, como todos, pero siempre rema a favor y sin condiciones. Un infiltrado… pero amigo.