Esa vieja sensación de que el Real Madrid es un ente imbatible

No hay manera. Hoy quería escribir sobre lo mal que me pareció la actitud de Luis Enrique de jugar los últimos 12 minutos de partido de la Copa ante el Villanovense con diez jugadores. Tenía preparado un argumentario en el que recitaba que un club con los valores que se le supone al Barça no puede hacer eso; que no costaba nada quedar bien ante un equipo que fue un perfecto anfitrión (cambiaron los grifos de las duchas para que el Barça estuviera cómodo en el Romero Cuerda); que ante otros equipos no se lo hubiera ni planteado y que si patatín y si patatán. Todo ello, dando por hecho que lo que hizo el técnico es absolutamente lícito y que no es causa mayor. Es como pedir un tiempo muerto ganando de 20 a diez segundos del final y convencido de que no se hizo para humillar a nadie. Se hizo por egoísmo, porque únicamente se piensa en uno mismo. Y eso no me gusta. Pero acabado el párrafo, me doy cuenta de que el Madrid es imbatible. También en lo malo.

La rivalidad. La chirigota del Madrid en Cádiz lo borró todo y eso da que pensar. Ayer me comentaba un amigo culé que el Madrid le está dando más alegrías que el Barça. Eso dice mucho de todos, porque hemos llegado a un momento en el que casi nos alegra más la desgracia ajena que el beneficio propio. Otro amigo madridista me comentaba que le dolía más lo de Cheryshev que los cuatro goles del Barça.

El rail. Tiene uno la sensación de que el Barcelona se ha instalado en un rail que le lleva a un destino concreto. A veces va más rápido y otras más lento. Ahora, los de Luis Enrique transitan en un AVE a toda pastilla y las perspectivas son inmejorables. Pero siempre miran de reojo a la vía paralela, que es en la que circula un Real Madrid que se encuentra con todos los problemas habidos y por haber. Y sigue existiendo en el Barcelona, como lo habría en el Madrid, la satisfacción de que tanto da la velocidad de tu tren. Lo que mola es que al lado se pare constantemente. El problema está en que si tú vas muy rápido, pierdes de vista al otro tren y te pierdes la parte divertida del viaje, que es ver al otro empujando la locomotora.

Centrados. Todo esto que les cuento son impresiones de la grada. La grandeza en el Barça está en que los de dentro del vestuario (exceptuando a Piqué) parecen centrados en lo suyo y no se comparan con nadie.