Bélgica, Gran Bretaña y la Davis
Los sucesos que mantienen Bélgica en máxima alerta nos anticipan que los tenistas de este país van a jugar la final de la Copa Davis. Su presencia se puede considerar extraordinaria. La del rival, Gran Bretaña, casi también. Al menos en los tiempos modernos. Bélgica sólo ha jugado, y perdido, una final. Sucedió en 1904. Gran Bretaña ha ganado nueve, pero la última en 1936. Que nos encontremos ante una final Bélgica-Gran Bretaña es un claro indicativo de que la Davis se ha convertido en una competición un tanto errática. Factores ajenos al potencial de un país deciden el desarrollo del torneo. Uno de ellos es el factor campo. Quien juegue todas las eliminatorias en su propio país se encuentra abiertas las puertas de la final.
Tal cosa ha sucedido con los dos finalistas. Bélgica eliminó sucesivamente a Suiza, Canadá y Argentina, y Gran Bretaña lo hizo con Estados Unidos, Francia y Australia. En la mayoría de las ocasiones, los rivales no acudieron con sus mejores jugadores, porque se borraron. Suele pasar cuando tienen que jugar fuera de su país. De esta manera, Bélgica se encontró en la primera ronda con una Suiza vigente campeona, pero sin Federer ni Wawrinka. Estos fueron sustituidos por los jugadores número 290, 320, 371 y 1.042 del mundo. Las bajas de los mejores tenistas, según donde jueguen, desvirtúan los resultados, y ese es el problema que nadie consigue solucionar. Mientras no se arregle, la Davis tendrá en duda su credibilidad.