Culé, dime qué edad tienes y te diré cómo afrontas el Clásico

Si tienes unos 15 años. Eres de esa generación que considera que ir al Santiago Bernabéu es algo así como ir al Sánchez Pizjuán o a Mestalla. Es decir, se puede perder, pero lo normal es ganar ocho de cada diez veces. Es una generación privilegiada que ha crecido en una época de grandes cosechas. Que se cree que ser del Barça supone ganar una Champions cada cuatro años y que la Liga cae tres veces por lustro. Y que los tripletes son como las Recopas de antes. Marineros que tuvieron la suerte de nacer justo cuando se inventó la máquina de vapor y jamás conocieron los remos.

Si tienes entre 15 y 30. Gato escaldado. Has vivido grandes victorias, pero ves al Madrid como si fuera un engendro T-800 creado por Skynet. No muere jamás. Siempre le queda esa lucecita roja en el ojo que le permite recomponerse. Más o menos como cuando hace diez años Ronaldinho les pasó por encima arrancando aplausos de la grada, pero dos años después te sacaron 18 puntos y les tuviste que hacer el pasillo. Ojo con ellos, que siempre te la devuelven.

Entre 40 y 45 años. Vives en la culpa permanente. Creciste en la época del secuestro de Quini, la lesión de Maradona y la final de Sevilla ante el Steaua, lo que te hace pesimista, pero hubo un oasis en el desierto llamado Dream Team. Tienes grabado a fuego que quien mata a 5-0, muere al año siguiente por otro 5-0. Johan, al que consideras el principio de todo lo bueno, cuando iba al Bernabéu se tapaba más de lo acostumbrado. Siempre el máximo respeto. A jugar a Chamartín, con piel de cordero. La Liga se gana en otros campos. Lo que importa es salir vivo de Concha Espina.

Más de 50. Un fatalista. No hace falta ni ir a jugar. Es de los que da por seguro el robo, la conjura arbitral, ve los partidos en blanco y negro y a Plaza en el palco. En el fondo, sigue soñando en una visita al Bernabéu con Di Stéfano en su equipo. Ni cuando en el minuto 88 del partido de la temporada 2008-09 el Barça iba ganando por 2-6 daba por seguro el triunfo y pedía la hora. Para él, esto es una tortura que empieza el miércoles y que no acaba hasta el partido de vuelta. Ni ganando es feliz.