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Cristiano, la otra desconexión

Cada uno es como quiere ser y le dejan. Cristiano Ronaldo es un territorio singular que en los últimos seis años ha funcionado como un estado asociado al Real Madrid. No hay duda de que la convivencia ha sido productiva para las dos partes. El club se ha beneficiado de los goles y la universalidad del jugador y Cristiano ha disfrutado de un entorno propicio (probablemente el mejor) para cumplir sus objetivos personales y profesionales.

En ese acuerdo, en apariencia sin fisuras, se ha abierto una grieta que no se relaciona ni con el dinero ni con las expectativas deportivas, sino con la sensibilidad. Cristiano, como todo hombre susceptible, se ofende con facilidad. Además, como cualquier persona narcisista (los genios suelen serlo), reclama muestras permanentes de afecto.

Si Cristiano parece haber iniciado la desconexión del Real Madrid es porque sufre una incompatibilidad química con el presidente (Florentino, en este caso) y por extensión con el entrenador fichado contra la voluntad de la plantilla. El resumen es que no se siente ni querido ni tenido en cuenta, o no lo suficiente, de ahí las insinuaciones sobre su futuro y los últimos coqueteos con Francia. Cristiano entiende que aporta algo especial y no recibe el trato correspondiente. Así se pueden explicar sus dos últimos partidos, la distancia emocional, las fotos con Ancelotti y que deposite más energías en la promoción de su película que en aliviar las actuales inquietudes del madridismo, conmocionado tras la derrota en Sevilla. Llegados a este tenebroso punto, la pregunta no es quién tiene razón, sino quién quiere arreglarlo. Lo de Cristiano, digo.