Melancolía sevillana
Es difícil discernir qué marca más: tu primera vez o la última. Para Sergio González, ésta es la primera ocasión en que se mide al Betis como entrenador, aunque en la última como jugador del Espanyol, hace 15 años, selló un currículo envidiable: cuatro enfrentamientos ante los verdiblancos, cuatro victorias. La última vez que el entrenador y el resto de pericos estuvieron por la capital andaluza, sin ir más lejos, fueron aquellos días felices de finales de enero (todo acaba) e inicios de febrero (efectivamente, vuelve a empezar), los del pase a las semifinales de la Copa, apeando al Sevilla. Coincidió con la última vez, también, en que el Espanyol pasó por territorio bético: en su ciudad deportiva se entrenaron justo la tarde después de aquel dulce trago. En aquellas horas en que los blanquiazules, lejos del pesimismo reinante, se veían capaces de cualquier hazaña.
Pero ya decíamos que igualmente hay primeras veces. Como la de Pau ante el Betis, este verano, atajando el penalti decisivo a Ceballos. Impasible, pese a sus 19 años, como debe seguir hoy: no dio motivos para creer en lo contrario, por mucho que Sergio, dentro de su convicción, crease incertidumbre con su mensaje (“no tengo dudas, pero mañana se verá”). Pau jugará esta noche. Porque también hubo una primera vez en la carrera del técnico de L’Hospitalet para rehacer sus ideas y asentar las bases: el “reset” de la pasada temporada, tras el primer parón de Liga. Ahora se ha esperado al segundo, pero la intención es idéntica: formar un sistema de juego que parta de la solidez, de mantener la portería a cero, con menos alegrías y más certezas. Un poco como este Betis, seguro de sí mismo con y sin balón. El Villamarín vuelve al mapa perico. En eso no es la primera vez, ni será la última.