Beckham: oficial y caballero
De la Liga del Clavo Ardiendo, única e irrepetible, me quedaron varias imágenes grabadas. Una de ellas fue la de Beckham. Nada más consumarse el agónico triunfo sobre el Mallorca, saltó al césped del Bernabéu acompañado de sus hijos. Estaba embutido en la bandera de Inglaterra. Iba cojo (tuvo que ser sustituido en la primera parte). Lloró emocionado. Era su último cartucho y lo aprovechó. Esa Liga fue el único título importante logrado en sus turbulentas cuatro temporadas de blanco. A David le pilló el declive de los Galácticos, pero él no fue el responsable. Al revés. La afición siempre le premió su honestidad sobre el terreno de juego. El inglés se dejaba la piel en cada partido y defendía el escudo con la bravura de un canterano.
Beckham tuvo la mala suerte de llegar en un momento inapropiado. El Galacticidio ya estaba desatado y el club puso parches absurdos que sonaban a desbandada. Cuando ficharon a Diogo, Pablo García, Gravesen y compañía, Beckham asumió que ése no era el plan maravilloso que le sedujo cuando Florentino le contrató en 2003. Tampoco él tenía la culpa de que en su sitio ya estuviese un Balón de Oro (Figo). Se adaptó de mediocentro y jamás se quejó. Jugó, luchó y tuvo premio al final. Aquí siempre será bienvenido. Fue, es y será un caballero.