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La enemiga mano amiga

Cuando Torres ayudó de verdad a Rafa Benítez fue el domingo. Ayer no tanto. En el derbi, sí, posiblemente el peor de todos cuantos ha jugado. Y eso que en su primera etapa de rojiblanco, la maldición le persiguió. Pero desde su retorno en enero pasado, el Madrid se había convertido en su pieza favorita. La clasificación en la Copa llevó su nombre (esos dos goles en el Bernabéu, especialmente el del recorte a Pepe, pasaron a la posteridad) y la eliminación en Champions también (sentado en el banquillo de Chamartín, su velocidad se extrañó para derribar al Ancelotti más conservador). Y agarrado a ese recuerdo fue quizás que Simeone le entregó el domingo la titularidad. Pero para fracasar: la pelota se le quedaba atrás, los tiros se le iban al córner, no pasó nada bueno por sus botas. La peor versión del Niño.

O quizás alguno dirá que ésa fue la de ayer, cuando intentó defender de palabra al técnico que lo apartó del Atlético para hacerle brillar en el Liverpool y que hoy trabaja en el banquillo del molesto vecino. Pero no, un halago rojiblanco en oídos blancos es más bien un guiño envenenado. El favor bueno esta vez se lo hizo dos días antes.