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Aquella tarde fue un delirio en la ciudad

Y es que aquello fue el delirio: fue una tarde soleada de noviembre de 1987 y entonces Granada y el Granada CF penaban un destierro de Primera que se databa ya en once años. Pero aun siendo otoño, aquella tarde de noviembre de 1987 parecía poner fecha de caducidad a tan larga travesía del desierto: el partido de los Maradona. Nunca antes el astro mundial había formado en una delantera con sus dos hermanos, Hugo y Lalo, el granadinista.

Y así estaba convenido desde el fichaje de Lalo Maradona, que se presentó en Los Cármenes ya avanzada la Liga, en un apoteósico partido contra el Deportivo que los granadinos ganaron 5-0. Como al domingo siguiente se impusieron en Vallecas (1-2), escalando al liderato de Segunda, ya sólo faltaba ver al mejor, a Diego Armando Maradona, de rojiblanco. Se hizo realidad el 15 de noviembre.

Maradona y los Maradona llegaron a Granada con un séquito que se hizo notar en los salones del hotel Alhambra Palace, donde se alojaron. Todavía se habla de las propinas que dejaron entre el personal de la época. Más de cien corresponsales se habían acreditado (me recuerdo en la cabina de la Cadena SER junto a Antonio Rodríguez y un joven José Ramón de la Morena a pie de césped). El Granada había vendido los derechos de retransmisión a TV3, pero a la hora de la verdad otras cámaras entraron en el estadio, con la consiguiente protesta catalano-televisiva. Los prolegómenos fueron casi tan largos como el partido: no hubo institución ni organismo público que no entregase su placa y posase para la foto. El partido dejó pinceladas magistrales del Diego. Marcó un gol y dio el pase de los otros dos que hizo el Granada para el 3-2.

Y hubo más: una cena multitudinaria en los salones del Restaurante Chikito, que regentaba el inolvidable exrojiblanco Luis Oruezábal. El también internacional argentino encargó una tarta que semejaba un balón y remataba con las banderas de España y Argentina. Encargó las banderas a un conocido ultraderechista granadino, cliente habitual de Chikito, que trajo la rojigualda con el escudo preconstitucional. Y allí ha quedado la foto para testimonio y recuerdo de la tarde que Los Cármenes rozó el cielo. El partido de los Maradona, como una alegoría del destino triste que aguardaba: la llegada de Lalo Maradona, notable técnicamente pero físicamente endeble, terminó por desestabilizar la plantilla y el Granada se fue hundiendo en la tabla hasta caer a Segunda B. El cero y el infinito.