Llega un nuevo caso Bosman
Tenía que pasar. Imagínese usted que es un alto directivo de una multinacional americana y que su hijo de once años juega de cine a fútbol. Uno de los mejores equipos del mundo, en este caso el Barcelona, pero podría ser cualquier otro, llega y le hace una oferta. Usted se lo piensa, viaja a la ciudad y ve que las instalaciones, los profesores y el ambiente en el que crecerá su hijo son inmejorables. Habla con su empresa, que por esas cosas de la modernidad, le mantiene el puesto y la función, aunque su centro de trabajo se desplace a miles de kilómetros. Hace las maletas con toda la familia y se cambia de domicilio, de país y de entorno. Y resulta que se adapta. Que sigue trabajando en lo que le gusta, que su hijo pequeño juega con los mejores, cuidan de su educación y conoce otra cultura. Además, su hijo mayor se matricula en la Universidad en Barcelona y que todo parece ir bien... hasta que la FIFA le dice que su hijo no puede jugar en el Barça. El niño pasa a entrenarse, pero ya no juega. Le han retirado la ficha.
Si estudiara piano, su hijo podría vivir en Viena; si nadara, podría educarse en Australia; si quisiera ser bailarín viviría en Londres... pero si juega al fútbol, la cosa es diferente. Ante esta situación, el ejecutivo Danny Lederman, que ha dejado a su hijo mayor en Barcelona y ha acompañado al pequeño a Florida, donde no hay problema para jugar aunque seas de California, pero no va a dejar las cosas así. La FIFA se enfrenta a un segundo Caso Bosman. El Caso Lederman dará que hablar.