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Clásico en Bolivia: ‘bigotón’ al rescate

Azkargorta. Dentro de un rato, la semana que viene, Xabier Azkargorta cumplirá 63 años. Pero no se cansa de entrenar. Le llaman para tomar un banquillo y no se lo piensa, acude. Sobre todo en Bolivia, donde es más que una institución. Siete fechas después del torneo de Apertura y eliminados de la Copa Sudamericana, los dirigentes del Oriente Petrolero (cinco veces campeón del campeonato boliviano y ahora en el furgón de cola) le perdieron la fe a Tito Pompei (otro viejo conocido; jugó tres años en el Oviedo) y decidieron recurrir, cómo no, a Bigotón. Habituado a trabajar en La Paz a 3.600 metros sobre el nivel del mar, hacerlo en Santa Cruz, sólo a 400, le va a sonar a balneario.

Gago. No llegó a disfrutar del gran clásico argentino ni siquiera un minuto. A los 30 segundos, mientras perseguía al trote una conducción de River, se fue al suelo de repente. Sin un golpe previo, sin un giro, solo. Y al instante se percató de la gravedad. Miró a un compañero y moviendo el dedo índice y corazón, simulando el actuar de una tijera, gritó: “Se me cortó”. Luego abandonó el Monumental en camilla con las manos en la cabeza y lágrimas en los ojos. Estremecedor. Roto el tendón de Aquiles de la pierna izquierda (la lesión de moda, como Aránguiz nada más pisar césped en Leverkusen). Seis meses de baja. El exmadridista se enteró de la victoria de Boca, de su vuelta al liderato, en la enfermería. Y ya no saldrá de ahí en lo que resta de campeonato. Fue operado y la temporada se le acabó.

Claudio Vivas. Su padre biológico, directivo de Newell’s, se empeñó en que fuera portero. Pero Bielsa, su padre deportivo, le abrió los ojos drásticamente: para eso no vales, chaval. Tenía 18 años. Lejos de hundirse, Vivas se animó y empezó a trabajar como técnico a las órdenes de su ‘verdugo’. Como ayudante del Loco y como entrenador de fútbol formativo, el tipo se hizo un nombre. No tanto en los intentos en que se probó como primer entrenador. Argentinos Juniors, Racing e Instituto de Córdoba le avisaron de que no lo tendría fácil para ganarse la vida en el oficio. La selección juvenil de Chile pareció el año pasado su sentencia. Y, sin embargo, ha resucitado. Hace un mes suplió interinamente a Matías Almeyda (ex jugador del Sevilla, que está a un paso de tomar el banquillo en el Chivas mexicano) en el Banfield y lo lleva en volandas: tres victorias, dos empates, triunfo el domingo en el clásico del Sur (contra Lanús) y ya ha colocado al equipo en la liguilla pre-Libertadores. Igual sí había entrenador.

Borrachera. Sucedió en Perú, en un partido Copa. Los jugadores de Sport La Vid y Sociedad de Tiro N° 28 ya estaban sobre el pasto, pero el encuentro no pudo comenzar. El árbitro, Fernando Jeri, no se tenía en pie. Llevaba una merluza del quince. Finalmente el comisario del choque le dio el silbato a uno de los asistentes y el juego se inició con 40 minutos de retraso. Más tarde, el colegiado justificó su estado de ebriedad: le habían avisado la noche anterior de su designación (en sustitución de un compañero), justo cuando celebraba el bautizo de su hijo.