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El partido de Willy Fog y Gnoukouri, el chico que jugaba con un árbol

El viaje más largo. Mañana, cuando el Girondins de Burdeos se baje del avión en Almaty para medirse al Kairat (jueves, en el playoff de Europa League) habrá batido un curioso récord. 5.947 kilómetros separan la ciudad francesa de esta región de Kazajistán casi esquina de Europa (es frontera con Kirguistán y China). Será el viaje más largo de la historia de la UEFA. Pero el récord le durará una semana. El Kairat se lo arrebatará en la vuelta. La distancia es la misma, pero su vuelo, de este a oeste, por las corrientes de chorro, será aún más largo.

Hipótesis. Al hilo de esto, la UEFA hace una elucubración en su web. ¿Cuál sería el viaje más largo que podría darse entre dos clubes europeos?, se pregunta. Mira la bola del mundo, estira fronteras y lo encuentra: sería un partido entre el FC Luch ruso (en Vladivostok, casi limítrofe con Corea del Norte) y el CSC Cayenne, actual campeón de la Guayana Francesa (territorio francés entre Brasil y Surinam). Cada uno, en una cara de la tierra. Un viaje de ida y vuelta de 30.000 kilómetros sin posibilidad de atajos. Podrían llamarlo El partido UEFA de Willy Fog: la circunferencia de la tierra son sólo 10.000 más (40.075 kilómetros).

El árbol. No por común, la historia de Assane Gnoukouri deja de ser extraordinaria. Mediocentro, debutó en abril con el Inter. Tiene 18 años y su futuro lo pintan rosa. Y eso que, cuando vivía en el barrio de Adjambé (Costa de Marfil), éste tiraba a negro. Gnoukouri, como tantos otros, jugaba en la calle. Sin federar (era caro). Sin botas (también). En un campo con un enorme árbol en el centro (lo que había). Allí le descubrió un agente, Damian Dragon, que contactó con Beppe Giavardi, ojeador del Inter, y comenzó el viaje: de Adjambé a Marsella, Altovicentino (Serie D italiana) e Inter Primavera. El resto se sabe. Y lo que queda. Ya le llaman el próximo Yaya Touré.

‘Chirbes Turan’. Philip Kerr, autor de la serie de novela negra Berlin Noir, dice: “Quiero que los hombres vuelvan a leer”. Y basa su libro, Mercado de invierno, en fútbol. Rafael Chirbes también usó el fútbol en Crematorio, pero su propósito era distinto: espejar la España corrupta. Murió el sábado. Era, quizá, uno de los mejores escritores del último siglo. Llamo a Juan Cruz: “¿Con qué futbolista podría comparar a Chirbes?”. “Con un mediovolante efectivo y estético. Una mezcla de Arda, Xavi e Iniesta”, responde. Y añade: “En literatura, era como Vázquez Montalbán”. Otro grande que tampoco ya está. Buen viaje, maestro. Allá donde estés.