Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

Ter Stegen y el efecto mariposa

Melonada. Me lié el viernes por la noche con la descripción del cabezazo innecesario de Ter Stegen que puso cuesta abajo al Barcelona en su duelo (que luego resultó ser dolorísimo para los azulgrana) frente al Athletic de Bilbao. Recordé en seguida lo que decía Manuel Vicent de su amigo Haro Tecglen: el destacado periodista, que durante años firmó una famosísima columna en El País, era como un japonés de los que después de terminada la guerra mundial seguían disparando en trincheras que ya no servían para nada. Y eso me pareció Ter Stegen: hacía heroicidades que no servían para nada: entrenaba antes, despejaba a destiempo. Mucho más efectiva que esa metáfora fue el adjetivo de ayer de Relaño en AS: fue una melonada.

El hueco. Ter Stegen se reveló, en este partido y también en el que el Barça le ganó a duras penas al Sevilla, como un hueco en el lugar de un portero. Fue tan ineficaz, tan inseguro; no supo ni siquiera pedir disculpas, expresar su rabia ante sí mismo; quieto como una estatua ante la leche derramada (o ante el melón abierto), se expuso al ridículo como aquellos japoneses o como los que buscan melones y recogen papas o sandías. Ese hueco se le ha abierto al Barça tontamente, porque no hay necesidad ninguna.

Bravo. Bravo, precisamente, es un adjetivo que no casa con melonada. Ter Stegen hizo una melonada, pero no es bravo, porque además no es Bravo. El portero chileno bostezaba en el banquillo hasta que se le contagió el estupor creado por la actuación errática y surrealista del cancerbero que actuaba de titular. A Luis Enrique le causó dentera, y rechinaban sus dientes, eso se podía ver, y a los demás, incluido a Bravo, se le caía la cara de vergüenza. Porque no es que Ter Stegen jugara mal: es que contagió, como ocurre con el efecto mariposa, tanto a los suyos como a los otros, aunque a éstos en sentido contrario. Cuando Aduriz vio el hueco que el Barça tenía como portero, comenzó a amasar su fortuna.

Vergüenza. Al final sintió vergüenza todo el Barça, y los aficionados también. Como decía el Rey anterior con respecto al presidente que le dejó Franco, Arias Navarro, el equipo fue “un desastre sin paliativos”. Lo vino a remediar Luis Enrique con una frase que se parece a la del clavo ardiente de nuestros amigos del Real Madrid: el Barça es de los que se pueden levantar de este suplicio con éxito. Pues a ver qué pasa. Me estoy preguntando desde ayer por qué los entrenadores no cambian a los porteros en el curso de los partidos, cuando lo hacen mal. Imagino que tardará en cambiar a Ter Stegen por Bravo justo cuando empiece el partido del lunes… Si no, vamos a terminar confundiendo melones con balones.