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Banega, metáfora de un método

Hace un año, y alrededor de una pinta en un pub cualquiera de Cardiff antes de otra Supercopa de Europa, Juan Cala, central que entonces andaba allí a las órdenes de Solsjkaer, explicaba a un grupo de conocidos el secreto de Unai Emery Etxegoien: “No soy dudoso, yo no jugaba. Los vestuarios van a muerte con él porque es un tío justo”.

Emery es algo más que un tío justo y un entrenador obsesionado con la táctica. Fue valiente para enfrentarse a ese volcán que es el Valencia, aceptó el desengaño de Moscú y cambió sus malos principios en Sevilla por un éxito aplastante. Para eso, fue fiel a sí mismo. Conserva desde siempre un ayudante que no es amigo sin más. Es un segundo muy profesional. Del discreto Juan Carlos Carcedo hablan maravillas. Si no rompe el grupo, Emery cree en el jugador y con sus defectos aprende a aceptarlo. No hay mejor manera de explicarlo que el caso Banega. Un viernes, Unai invitó a cenar a toda la plantilla del Valencia. Banega se lo agradeció presentándose casi sin dormir al día siguiente y metiéndole una bomba en el vestuario. Años después, pasó por alto el episodio y le firmó para el Sevilla por 2,5 millones. De jugador devaluado fue MVP de la final de la Europa League en Varsovia. Eso, y mucha pasión por el fútbol, es Unai Emery.