Honda, pasión por la competición

Marc Márquez, como debía ser, logró en Indianápolis la victoria número 700 para Honda en grandes premios. Una cifra impresionante, indicativo fiel del interés que la marca japonesa ha tenido por el Mundial de motociclismo desde los ya lejanos años 60. Incluso más que interés diría pasión, entendida al estilo nipón, pero pasión a fin de cuentas y sin duda alguna. Hablamos de un gigante industrial de la automoción, que encuentra en su actividad deportiva el caldo de cultivo ideal para dos de sus prioridades empresariales: la evolución tecnológica y la difusión de su propia imagen, de sus productos. Y consigue ambos objetivos desde la excelencia del triunfo, lo que viene a demostrar lo acertado de sus planteamientos. Honda es sinónimo de ingeniería, fiabilidad, calidad y deportividad, cualidades que ha logrado apuntalar a base de éxitos en las carreras.

El mundo de la competición motociclista no se entendería del mismo modo sin la presencia de la casa del ala dorada. Su sola presencia en cualquier certamen lo prestigia y son capaces de afrontar desafíos que desbordan a muchos otros. Han tenido algunos fiascos, desde luego, pero han sido los menos. Cuando se equivocan quizá su tiempo de reacción es mejorable, tienen una forma de hacer las cosas en la que la improvisación o las urgencias no encajan demasiado bien; eso sí, cuando se ponen manos a la obra por lo general logran superar sus crisis y reconciliarse con el triunfo. Su negocio no es vender motos de competición, pero ganar carreras sí les ayuda a poner en el mercado mundial millones de máquinas de serie de los estilos más variados. Así que sólo queda felicitarles por esa implicación con el deporte, por la efeméride de sus 700 victorias y confiar en que esa misma filosofía de superación les ilumine también en la Fórmula 1. Ya me entienden...