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Fallaron las piernas, no el corazón

El Sevilla se quedó a un milímetro, a lo que estuvieron Coke y Rami del 5-5, de superarse para siempre. Con un corazón que no le cabe en el pecho, con el “dicen que nunca se rinde” por bandera, tuvo al Barça moribundo después de que Reyes, Gameiro y Konoplyanka, todos empujados por un fantástico Vitolo, qué jugador éste, empatasen a cuatro una final estrambótica, vanguardista, de fútbol de otro tiempo.

Dijo Emery en la víspera que tenía una idea de partido. Es imposible que pensase en algo así porque todo fue vintage o futurista pero nunca convencional. Un pero, sin embargo, en medio de la marabunta de sensaciones. Embalado como estaba, en avalancha, el Sevilla no llegó a visualizar con el 4-4 que el Barça estaba contra las cuerdas. Y más que eso. Absolutamente desorganizado, entregado a su suerte. Con Emery desatado y triunfador y Luis Enrique desesperado. El Sevilla pensó que resolvería en la prórroga. Creyó en sus piernas y le fallaron a última hora. Pero su corazón, no.