La octava estación de Ronaldinho o el talento de los mayores
Brasil. El ‘jogo bonito’ es cada vez más feo. Brasil ni divierte ni se divierte, lo ha dejado. Se ha perdido la confianza y hasta el respeto. Ha renunciado a sí mismo para virar hacia el tacticismo y el músculo, hacia el resultadismo. Y paradójicamente lo que no encuentra ya son resultados. Se vio nuevamente en la selección absoluta (con su castañazo en la Copa América) y se ve en los clubes (otra vez sin un representante en la final de la Libertadores). Es verdad que el Mundial Sub-20 de Nueva Zelanda emitió señales hacia la reanimación (con derrota en todo caso ante Serbia en la final), pero en los Juegos Panamericanos se mantuvo la mala tendencia. La fantasía y el éxito se ha traspasado al baloncesto (autoritaria medalla de oro) y se ha caído en lo más suyo (Uruguay, con un hombre menos, apartó al fútbol en semifinales). Ni rastro de Brasil.
Ronaldinho. Posiblemente por la nostalgia de lo que Brasil fue y ya no es, la sombra de Ronaldinho, 35 años de un futbolista maravilloso, enloquece allá donde se posa. Le toca disfrutar hoy de lo que queda de su repertorio a Fluminense, la octava estación de su carrera (tras Gremio, PSG, Barça, Milán, Flamengo, Atlético Mineiro y Querétaro). Presentación masiva en Maracaná, diez mil nuevos socios en el tricolor y fiebre del oro por verle corretear por primera vez. No se produjo ayer el estreno (ese nuevo horario 11:00 de la mañana con el que se prueba el Brasileirao no encaja con un jugador tan de noche y además el Gaucho no es de los que perdona un día de vacaciones), pero Río le espera entusiasmado.
David Pizarro. No es habitual que recibimientos así, tan a la europea, se produzcan en la liga chilena. Pero en Valparaíso, ciudad con un encanto para no perdérselo, ocurrió el viernes. Con 35 años, como Ronaldinho, un fútbol todavía vigente y el título de América bajo el brazo, David Pizarro, el Fantasista, De la Peña en chileno, campeón con el Inter, con el Roma, con el City, decidió regresar 17 inviernos después a su club del alma, el Wanderers. Un acontecimiento que ha puesto los pelos de punta a la hinchada y en general a un campeonato tan necesitado de talento como el chileno. Ocho mil personas en las gradas para una ceremonia breve y sentimental. Más gente que la que va a los partidos. En proporción, lo del Niño en el Calderón el pasado enero.
Tigres-River. El miércoles empieza la final de la Copa Libertadores. En México se disputará el encuentro de ida. No habrá público visitante. Y no por seguridad. Los clubes han acordado no pasarse entradas. Así que un poco menos final...