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El padre de Vidal les abandonó por su alcoholismo

La vida de Arturo Vidal (Santiago, 1987) ha marcado su carácter. La dureza de su infancia le persigue, incluso con todo resuelto. Le cuesta olvidar. Con cinco años, su padre, Erasmo, les abandonó por no ser capaz de sacarlos adelante. Tenía problemas con el alcohol. Arturo era el mayor de cinco hermanos y, junto a su madre, tiró del núcleo familiar desde entonces. Jaqueline Pardo, su mamá, se ganaba la vida lavando ropa en La Granja y él tuvo que ayudar trabajando en la feria de su barrio de las afueras de Santiago, San Joaquín.

Vidal siempre tuvo una enorme afición por el fútbol. Jugaba en las canchitas cercanas a su casa, en las que coincidía con su padre y su tío, grandes aficionados como él. A los 12 años, militando en el modesto Rolindo Román, le consiguieron una prueba con Colo-Colo, el equipo de sus amores. Le rechazaron y tuvo que irse al Deportes Melipilla. Luego, al tiempo, sí fue incorporado, aunque únicamente para entrenar. Estuvo más de un año así. Afortunadamente la cosa cambió y fue escalando categorías hasta el primer equipo, jugando principalmente como defensa central.

Claudio Borghi fue su principal valedor y su calidad le llevó a Europa, a Alemania primero con el Leverkusen y a Italia después con la Juventus. Gran aficionado a los caballos, siempre ha sido un habitual del Club Hípico de Santiago, donde tiene ejemplares de su pertenencia. Allí le consiguió un empleo a su padre cuando de repente salió del anonimato y proclamó que era el padre de Vidal. No funcionó. Los problemas con el alcohol perduraron y la relación volvió a enfriarse. Esa relación que moldea también a Arturo. La de quien creció sin padre y con la presión de llegar a fin de mes encima.